sábado, 7 de diciembre de 2013

CAPÍTULO 5

La escoba.

Así pasaban los primeros meses de fray Perico en el convento. Los frailes, aunque al principio no le querían porque no sabía leer ni escribir y porque todo lo hacía al revés, después empezaron a tomarle cariño por lo sencillo e inocente que era.

Una vez le mandó el padre superior, fray Nicanor, alto y seco como un espárrago... ¿Qué diréis que le mandó? Pues plantar una escoba en el huerto, para probar su obediencia.

¿Qué hubierais hecho vosotros? ¿Verdad que una escoba no se debe plantar? Es cosa de risa. Bueno, pues él la plantó, le echó estiércol y la regó. Todos los frailes se partían de risa y le decían cada mañana:
¾ Fray Perico, ¿ha echado flores la escoba?
¾ No, no. Tal vez mañana.

Los frailes se retorcían de risa por el suelo, hasta que un día salió el sol y la escoba estaba llena de flores.

No lo creéis, ¿verdad? Tampoco los frailes se lo creían; estaban turulatos y decían:
¾ ¡Claro! Es tan inocente que Dios ha premiado su simpleza.

Luego, llevaron la escoba en procesión ante el altar de San Francisco, y el santo se sonreía pensando para sus adentros:
¾ ¡Como este fraile debían ser todos! Buenos, sencillos, aunque no supieran leer ni escribir.

¡Tan, tan, tan! Es la hora de maitines. ¡Qué lata levantarse de noche! Los frailes bajan por las escaleras, muertos de sueño. Cada fraile lleva una palmatoria encendida, pues el  convento está oscuro como la boca de un lobo. ¡Qué frío! Los frailes tiritan, meten la cabeza en la capucha. Fray Olegario va leyendo un libro gordo, como siempre, pero el pobre tiene sabañones y le pican. Pero se rasca con el bastón y dice:
¾ Todo por Dios, hermanos, todo por Dios.

Cada fraile da una campanada y entra en la iglesia. Diecisiete, dieciocho, diecinueve. Falta uno. ¿Quién será? Por allí viene, corre que te corre, un fraile con las sandalias en la mano. Es fray Perico. Se ha quedado dormido, como siempre.

¡Uuuuuuuuu!... ¡Cómo silba el viento! Fray Perico tiene miedo. Está todo tan oscuro... Corre por las escaleras. Fray Perico rueda escalones abajo, toca la campana y se mete en la iglesia.

¡Despacito, fray Perico, despacito y no te verán! ¡Cataplum! Se tropezó y se dio de narices en el suelo.

Los frailes rezan y ríen, rezan y ríen, y fray Perico, casi dormido, se pone a rezar. Luego se calla. Todos saben que se ha vuelto a dormir.

¾ ¡Chist! ¡Más bajito! ¡Que el hermano Perico no se despierte!  ¾dice el padre Nicanor...

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