martes, 10 de diciembre de 2013

CAPÍTULO 6

Las vacas sin cola.

Fray Perico tenía el corazón de manteca. Estaba Fray Pirulero enfermo. Llevaba un mes en la cama y daba una lata tremenda.
¾ Fray Perico, tráeme la botella, tráeme la almohada, tráeme la cataplasma, llévate este plato...

Le dolía todo: la cabeza, los pies, las manos, el riñón, el corazón, la nariz, las orejas, los dedos... Por la noche, fray Pirulero no podía dormir si fray Perico no le contaba un cuento. Una noche se despertó y dijo:
¾ Yo estoy muy malo. Sólo me puedo curar con una cosa.
¾ ¿Con qué?
¾ Con una sopa de rabo de vaca.

Fray Perico no lo pensó un momento. Por la mañana tomó un cuchillo, abrió la puerta y se fue al monte. Vio unas vacas pastando, se acercó de puntillas y, ¡zis, zas!, les cortó la cola. Las dos vacas salieron corriendo detrás de fray Perico, bufando y resoplando. Fray Perico corría cuesta abajo camino del convento. Fray Cipriano, el hortelano, venía cantando por el camino con un cesto de tomates, tiró los tomates y salió de estampía. Fray Sisebuto estaba enciendo la fragua, dio un brinco y subió por la chimenea. Fray Olegario, el viejecito, paseaba con su bastón, tiró el bastón y se subió a un árbol. Los demás frailes paseaban tranquilamente delante de la puerta del convento leyendo un libro, dejaron los libros y se subieron al campanario.

Fray Perico llegó al convento, dio un salto y se metió por la ventana de la cocina. Las vacas dieron otro salto y se metieron detrás. ¡Qué susto de dio fray Pirulero, que estaba haciendo una tortilla en la sartén! Lanzó la tortilla al aire y se pegó en el techo. Fray Pirulero dio un brinco y se metió en la carbonera con sartén y todo. El gato, al ver lo que se le venía encima, dio un bufido y desapareció. Siguió fray Perico corriendo por el claustro y salió al campo por otra puerta. A toda prisa la cerró. Llegaron las vacas y se llevaron las puertas por delante, haciéndolas astillas. Finalmente se perdieron en el horizonte entre una nube de polvo. En esto llegó el pastor, enfurecido, y empezó a romper cristales y a llamar ladrones a los frailes.
¾ ¡Irán todos a la cárcel! ¾gritó a lo lejos.

Cuando llegó fray Perico, todo lleno de rotos, le regañaron mucho y le mandaron que pidiera perdón al pastor y a las vacas. Fray Perico se puso de rodillas delante del pastor y éste empezó a darle patadas. Fray Perico le animaba diciendo:  
¾ Pégame más. Lo he merecido.

Al fin, el pastor se aplacó al ver la humildad de fray Perico y le dio un abrazo.
El fraile se acercó a las vacas, les dio un beso en los morros y se fue al convento. Coció los rabos e hizo una sopa muy buena. Fray Pirulero se la tomó y se chupó los dedos.

Fray Pirulero se curó y fray Perico fue a dar gracias a San Francisco. Luego le pidió por las vacas:
¾ San Francisco, te pido que les crezca el rabo.
¾ ¡Vaya cosas que pides!
¾ ¡Claro! Si no, ¿cómo se podrán espantar las moscas?
¾ Es verdad. Pediré por ellas.

El santo se puso a rezar y, a los pocos días, a las vacas les salió una cola larga y muy bonita.

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