sábado, 30 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 4

Fray Cucufate.

Fray Perico, al día siguiente, dejó la cocina y se fue tan contento a dar vueltas a la chocolatera. Era un caldero muy grande lleno de chocolate. Fray Perico tomó el molinillo. Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas, cien vueltas, ¡cataplum!, perdió el equilibrio y se cayó de cabeza dentro. Cuando fray Cucufate llegó, no vio  a fray Perico y gritó:

¾ Fray Perico, ¿dónde estás?

¾ ¡Aquí, en el caldero! ¡Sácame que me ahogo!
       
Fray Cucufate le sacó con el cucharón, le apretó un poquito y a fray Perico le salió chocolate por las orejas. Todos los frailes se enfadaron mucho y le tuvieron que poner a remojo en una tinaja de agua caliente.
       
Otro día se le acabó el azúcar a fray Cucufate y mandó a fray Perico por un saco a la cocina. Como fray Perico no sabía leer se confundió con el saco de la sal, lo cargó en sus costillas y lo echó en el chocolate. Fray Cucufate le dio bien de vueltas, probó con el cucharón y por poco le dio un patatús.
       
Fray Cucufate, con lágrimas en los ojos, tuvo que tirarlo a las gallinas, que se pasaron cinco días poniendo huevos de chocolate. Fray Perico no daba una en el clavo, y fray Cucufate ya estaba hasta la coronilla de él. Lo peor fue otra vez que le mandó echar avellanas en el caldero, y fray Perico las echó con cáscara y todo. El pobre fray Cucufate probó una onza, se rompió un diente y puso a fray Perico en la puerta.

¾ ¡Vete a la iglesia y bárrela, que mañana es fiesta!
       
Fray Perico fue a la iglesia y empezó a barrerla. De pronto se oyó un disparo a lo lejos. Una paloma herida entró por la ventana y fue a refugiarse en los brazos de San Francisco. En esto llegó un cazador dando zapatazos y, viéndola, dijo:

¾ Hermano, esa paloma es mía y me la voy a llevar.
       
Fray Perico asió la escoba y echó al hombre fuera a escobazos. Luego, fray Perico llevó la paloma a la enfermería y la curó con yodo y esparadrapo. La paloma, así que estuvo curada, voló a refugiarse en los brazos de San Francisco. De allí no volvió a moverse si no era para posarse en los hombros de fray Perico.
       
Una tarde entró un moscón en la iglesia y picó a San Francisco en la nariz. Fray Perico se lio a escobazos y rompió dos jarrones. El hermano Balandrán, el sacristán, le echó de la iglesia y cerró la puerta. Fray Perico se fue donde estaba fray Ezequiel y le dijo:

¾ ¿Quieres que te ayude?

¾ Sí, lleva este cubo y da de beber a las ovejas.

Los frailes huyendo de las abejas.
Fray Perico entendió mal y fue a echar agua a las abejas. Levantó las tapaderas de las colmenas y echó un chorro en cada una. De pronto, las abejas levantaron el vuelo y echaron a correr detrás de fray Perico. Una le picó en la nariz. Fray Perico gritaba mientras iba a toda velocidad camino del convento. Los frailes estaban rezando. Fray Perico entró en la iglesia por una puerta y los frailes tiraron los libros de rezos y salieron por la otra. Fray Olegario, el viejecito, era el que más corría. Saltaron por la ventana de la cocina y se tiraron de cabeza al estanque. Fray Pirulero se quedó viendo visiones, los regañó por correr tanto y dijo:

¾ ¡Hermanos, a ver si otra vez salimos por la puerta!
       
Pero cuando vio las abejas, fray Pirulero se lanzó dentro de una tinaja de aceite. El gato llegó el último, bufando, y también se tiró al balsón. Las abejas se fueron a su casa protestando con un gran zumbido. Los frailes sacaron la cabeza y se fueron a la cocina a secarse. Y a fray Perico tuvieron que vendarle la nariz. 

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