Las vacas sin cola.
Fray Perico tenía el corazón de manteca. Estaba Fray Pirulero enfermo. Llevaba un mes en la cama y daba una lata tremenda.
¾ Fray Perico, tráeme la
botella, tráeme la almohada, tráeme la cataplasma, llévate este plato...
Le dolía todo: la cabeza,
los pies, las manos, el riñón, el corazón, la nariz, las orejas, los dedos...
Por la noche, fray Pirulero no podía dormir si fray Perico no le contaba un
cuento. Una noche se despertó y dijo:
¾ Yo estoy muy malo. Sólo
me puedo curar con una cosa.
¾ ¿Con qué?
¾ Con una sopa de rabo de
vaca.
Fray Perico no lo pensó un momento. Por la
mañana tomó un cuchillo, abrió la puerta y se fue al monte. Vio unas vacas
pastando, se acercó de puntillas y, ¡zis, zas!, les cortó la cola. Las
dos vacas salieron corriendo detrás de fray Perico, bufando y resoplando. Fray
Perico corría cuesta abajo camino del convento. Fray Cipriano, el hortelano,
venía cantando por el camino con un cesto de tomates, tiró los tomates y salió
de estampía. Fray Sisebuto estaba enciendo la fragua, dio un brinco y subió por
la chimenea. Fray Olegario, el viejecito, paseaba con su bastón, tiró el bastón
y se subió a un árbol. Los demás frailes paseaban tranquilamente delante de la
puerta del convento leyendo un libro, dejaron los libros y se subieron al
campanario.
Fray Perico llegó al convento, dio un salto y
se metió por la ventana de la cocina. Las vacas dieron otro salto y se metieron
detrás. ¡Qué susto de dio fray Pirulero, que estaba haciendo una tortilla en la
sartén! Lanzó la tortilla al aire y se pegó en el techo. Fray Pirulero dio un
brinco y se metió en la carbonera con sartén y todo. El gato, al ver lo que se
le venía encima, dio un bufido y desapareció. Siguió fray Perico corriendo por
el claustro y salió al campo por otra puerta. A toda prisa la cerró. Llegaron
las vacas y se llevaron las puertas por delante, haciéndolas astillas.
Finalmente se perdieron en el horizonte entre una nube de polvo. En esto llegó
el pastor, enfurecido, y empezó a romper cristales y a llamar ladrones a los
frailes.
¾ ¡Irán todos a la cárcel!
¾gritó a lo lejos.
Cuando llegó fray Perico, todo lleno de rotos, le
regañaron mucho y le mandaron que pidiera perdón al pastor y a las vacas. Fray
Perico se puso de rodillas delante del pastor y éste empezó a darle patadas.
Fray Perico le animaba diciendo:
¾ Pégame más. Lo he
merecido.
Al fin, el pastor se aplacó al ver la humildad
de fray Perico y le dio un abrazo.
El fraile se acercó a las vacas, les dio un
beso en los morros y se fue al convento. Coció los rabos e hizo una sopa muy
buena. Fray Pirulero se la tomó y se chupó los dedos.
Fray Pirulero se curó y fray Perico fue a dar
gracias a San Francisco. Luego le pidió por las vacas:
¾ San Francisco, te pido
que les crezca el rabo.
¾ ¡Vaya cosas que pides!
¾ ¡Claro! Si no, ¿cómo se
podrán espantar las moscas?
¾ Es verdad. Pediré por
ellas.
El santo se puso a rezar y, a los pocos días,
a las vacas les salió una cola larga y muy bonita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario