Así pasaban los primeros
meses de fray Perico en el convento. Los frailes, aunque al principio no le
querían porque no sabía leer ni escribir y porque todo lo hacía al revés,
después empezaron a tomarle cariño por lo sencillo e inocente que era.
Una vez le mandó el padre
superior, fray Nicanor, alto y seco como un espárrago... ¿Qué diréis que le
mandó? Pues plantar una escoba en el huerto, para probar su obediencia.
¿Qué hubierais hecho
vosotros? ¿Verdad que una escoba no se debe plantar? Es cosa de risa. Bueno,
pues él la plantó, le echó estiércol y la regó. Todos los frailes se partían de
risa y le decían cada mañana:
¾
Fray Perico, ¿ha echado flores la escoba?
¾
No, no. Tal vez mañana.
Los frailes se retorcían
de risa por el suelo, hasta que un día salió el sol y la escoba estaba llena de
flores.
No lo creéis, ¿verdad?
Tampoco los frailes se lo creían; estaban turulatos y decían:
¾
¡Claro! Es tan inocente que Dios ha premiado su simpleza.
Luego, llevaron la escoba
en procesión ante el altar de San Francisco, y el santo se sonreía pensando
para sus adentros:
¾
¡Como este fraile debían ser todos! Buenos, sencillos, aunque no supieran leer
ni escribir.
¡Tan, tan, tan! Es
la hora de maitines. ¡Qué lata levantarse de noche! Los frailes bajan por las
escaleras, muertos de sueño. Cada fraile lleva una palmatoria encendida, pues
el convento está oscuro como la boca de
un lobo. ¡Qué frío! Los frailes tiritan, meten la cabeza en la capucha. Fray
Olegario va leyendo un libro gordo, como siempre, pero el pobre tiene sabañones
y le pican. Pero se rasca con el bastón y dice:
¾
Todo por Dios, hermanos, todo por Dios.
Cada fraile da una
campanada y entra en la iglesia. Diecisiete, dieciocho, diecinueve. Falta uno.
¿Quién será? Por allí viene, corre que te corre, un fraile con las sandalias en
la mano. Es fray Perico. Se ha quedado dormido, como siempre.
¡Uuuuuuuuu!... ¡Cómo silba
el viento! Fray Perico tiene miedo. Está todo tan oscuro... Corre por las
escaleras. Fray Perico rueda escalones abajo, toca la campana y se mete en la
iglesia.
¡Despacito, fray Perico,
despacito y no te verán! ¡Cataplum! Se tropezó y se dio de narices en el
suelo.
Los frailes rezan y ríen,
rezan y ríen, y fray Perico, casi dormido, se pone a rezar. Luego se calla. Todos
saben que se ha vuelto a dormir.
¾
¡Chist! ¡Más bajito! ¡Que el hermano Perico no se despierte! ¾dice
el padre Nicanor...
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